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La estimulación electromagnética cerebral en problemas neurológicos y psíquicos

La electromagnética del cerebro es un método terapéutico que se
aplica desde hace solo cuatro décadas en los ámbitos de la Neurología y la Psiquiatría pero actualmente hay ya hasta aparatos de uso personal. Según quienes la desarrollaron es útil para tratar -con mayor o menor eficacia- problemas de memoria, cefaleas, migrañas, depresión, adicciones, apraxia
verbal, tinnitus, alzheimer, esquizofrenia y trastorno obsesivo-compulsivo
(trastorno bipolar) entre otras disfunciones, fundamentalmente para atenuar sus
síntomas y mejorar aunque como la técnica progresa día a día se confía en que
en un futuro próximo sus posibilidades y resultados sean mayores y mejores.
La primera aplicación terapéutica directa de la electricidad de la que en Occidente
se tiene constancia se ejecutó para acelerar la soldadura de huesos fracturados aunque se sabe que en la antigua Unión Soviética se experimentó con
radiofrecuencias para tratar problemas fisiológicos muy distintos, desde
trastornos vasculares y neurológicos hasta antitumorales. De hecho hay unas 200
publicaciones científicas sobre esos experimentos pero siguen sin traducirse al
inglés. Fue en cualquier caso en 2004 cuando la Administración de Medicamentos
y Alimentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) permitió el uso de
esta técnica para fusionar vértebras cervicales al ser mucho menos invasiva y dolorosa que el uso de tornillos o placas metálicas, algo que sin embargo parecen desconocer muchos traumatólogos.
Previamente se había utilizado la electricidad para tratar de «curar» enfermedades mentales mediante métodos tan absurdos como salvajes que hoy sorprenden por su crueldad siendo probablemente la leucotomía prefrontal o lobotomía la más escandalosa. De hecho se utilizó masivamente durante años a pesar de que tras miles de lobotomías no hay un solo caso registrado de remisión del problema
tratado lo que no impidió que en 1949 se concediera a uno de sus propulsores, Antonio Egas Moniz, el Premio Nobel de Medicina.
Otra salvajada similar es el electroshock o terapia electroconvulsiva, inventada hace casi un siglo y con la que increíblemente se trata aún cada año a más de un millón de personas en el mundo, el 70% de ellas mujeres deprimidas a las que se
considera «resistentes a los psicofármacos». Lo único que hace el electroshock es “atontar” a los pacientes -«sedarlos»- estando constatado que quienes la
reciben terminan perdiendo la motivación para vivir además de la memoria… y si el médico que la aplica no es muy diestro rotura de dientes y fracturas óseas.
La actividad bioeléctrica del cerebro se conoce desde hace poco más de un siglo
y es la base de los encefalogramas, método que permite -aplicando electrodos en
el cráneo- registrar sus ondas electromagnéticas y diagnosticar problemas neuronales. Hoy su utilización es reducida porque es más precisa la resonancia magnética. Solo se usa en algunos países para determinar el fallecimiento de una persona al inferirse que si no se detecta actividad electromagnética cerebral es que ha muerto (lo que popularmente se conoce como «tener electroencefalograma plano»).
Pues bien, actualmente se usan varias técnicas de estimulación energética
transcraneal «no invasiva» (se aplica por encima de los huesos del cráneo). La más directa y sencilla consiste en colocar dos electrodos en la cabeza y hacer pasar entre ambos una corriente eléctrica de muy baja intensidad. Denominada Estimulación de Corriente Directa si la corriente es continua se habla de DCS y si es alterna de ACS.
Si lo que se aplica en cambio es un campo magnético hablamos de Estimulación Magnética Transcraneal (TMS por sus siglas en inglés) y si este campo es pulsado, de baja intensidad y frecuencia variable de Estimulación Electromagnética Pulsada Transcraneal de Baja Intensidad (PEMF) (vea en el
recuadro adjunto sus valores característicos). Es como poner un imán muy potente sobre la cabeza pero capaz de generar un campo magnético de varios miles de gauss que además puede «pulsar» (se enciende y apaga) a una
frecuencia de 1 a 200 hercios (de 1 a 200 pulsos por segundo).
El primer sistema somete al complejo neuronal cerebral a un campo magnético
oscilante y el pulsado a uno electromagnético de frecuencia muy alta (de hasta
varios miles de kilohercios). Como es obvio los experimentos pueden hacerse con distintas frecuencias e intensidades.
Bueno, pues en este artículo vamos a hablar solo de las técnicas no invasivas obviando las de estimulación cerebral profunda en las que se introducen a través del cráneo unos finos electrodos que tras atravesar el hueso craneal inciden directamente en la masa neuronal con el objetico de intentar restablecer desórdenes neuromotores emitiendo pulsos eléctricos de alta frecuencia.

EFECTOS DE LA ESTIMULACIÓN ENERGÉTICA TRANSCRANEAL
En la depresión. Un equipo de la University of Pennsylvania (EEUU) coordinado
por J. P. O’Reardon (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17573044/) (1) publicó en diciembre de 2007 en Biological Psychiatry los resultados de un ensayo clínico
controlado con 301 enfermos de depresión severa que no recibían medicación a
los que se dividió en dos grupos. A los de uno se les sometió a una estimulación magnética transcraneal de 10 pulsos/segundo durante 300 segundos y a los del otro a un leve campo magnético no pulsado (considerado un placebo). Ambos
recibieron 5 sesiones semanales durante 6 semanas y según los investigadores entre los primeros disminuyó significativamente el estado depresivo.

En el trastorno obsesivo-compulsivo o bipolar. En 2014 un grupo de la Harvard Medical School (EEUU) encabezado por M. L. Rohan
(https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24331545/) (11) realizó un ensayo clínico con 41 pacientes afectos de Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) -también llamado Trastorno Bipolar- y 22 de depresión severa a los que dividieron en dos grupos
sometiendo a uno a estimulación magnética de baja intensidad y alta frecuencia
(1.000 hercios) y al otro –usado de control o placebo- a un débil campo magnético. Según aseveraron en agosto de 2014 en Biological Psychiatry bastaron 20 minutos para comprobar la mejoría entre los primeros según las escalas Vas y Hamilton que gradúan el grado de depresión.

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